En el transcurso de una de las invasiones españolas en sudamérica, mientras todo el ejército avanzaba por la selva, iban cortando las ramas de los árboles para abrirse paso y dejar el camino hecho para los demás. En una de esos cortes dos hormigas cayeron al suelo. Asustadas por lo que acababa de ocurrir comenzaron a hablar sobre lo ocurrido. Sus nombres son Hor y Miga.
Hor: Vaya Hostia.
Miga: Ya te digo, creo que me he roto algo.
H: Bueno, no seas exagerado eh.
M: Que te lo digo en serio, que no puedo mover las patas de atras.
H: Las piernas.
M: No, no, las patas de atrás. Deja de usar arcaísmos.
H: Paso del tema.
M: Me estoy preocupando. No consigo moverlas.
H: Pues ya puedes suicidarte macho por que lo que es aquí me da que con silla de ruedas no vas a ningún sitio.
M: ¿A qué te refieres?
H: A que aquí no hay rampas ni nada de eso, no vas a poder ir a ningún sitio. Te vas a morir de hambre.
M: ¿Me lo estás diciendo en serio?
H: De verdad.
M: Pues yo cambiaré eso. Voy a luchar por conseguir esas rampas. Voy a pelear por que esta sociedad se adapte a mi condición.
H: Pero...¿Eso no es un poco egoísta?
M: Para nada. Es la sociedad la que es una egoísta por no cuidar a gente como yo. Llevamos años muriéndonos de hambre y comiendo las sobras de cuatro buenos samaritanos.
H: Pero si te acabas de caer.
M: Bueno...si, tienes razón. Aún así, seguiré luchando...
La conversación se pierde en argumentos a favor o en contra de adaptar la sociedad a los minusválidos. Dos años después se volverán a encontrar con una sociedad totalmente diferente a la que dejaron.
miércoles, 10 de febrero de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario