viernes, 23 de abril de 2010

El bueno, el feo y el tonto

El feo y el tonto, con los dos me identifico, con el bueno prefiero no hacerlo, para no dañar mi imagen de duro y desdichado. Feo, seguro, un rato largo además, pero no feo en ese sentido. Me siento el feo de la fiesta. El feo de la charca. Ese con el que nadie baila, ese con el que nadie nada. Supongo que hace unos años convertirse en el cisne era cuestión de tiempo, eso es lo que llegué a pensar. Luego empecé a descubrir la herencia genética y me di por jodido. La verdad es que la etapa para convertirme en cisne ya ha pasado, me he quedado en pato feo, en pato apartado, pero en pato al fin y al cabo, por lo que sigo moviendo la cadera mucho mejor que el resto, si es que eso sirve como aceptación de uno mismo.

Tonto. Por supuesto. Y lo que me queda por degenerar. Tonto no de poco inteligente, que eso al menos ha degenerado menos, tonto en el sentido de poco listo. Cada vez menos listo. Cada vez más lento. Todo parece escaparse, todo lo que ahora está bien, de repente se va, y yo lo veo tarde. Yo antes no era así, me adelantaba a todo. Pero es que ahora ya no puedo, ya no se. Me ignoran y no se por qué, me insultan y no se por qué, me saludan y no se por qué. Supongo que la última es porque me conocen, aunque sea de vista.

Nota: Todo lo dicho anteriormente lo ha dicho mi parte buena. Todo es mentira, todo es ireal...o no.

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