Se plantean varias cosas cuando acabas una carrera. La primera y más apremiante es conseguir un trabajo. Llevas al rededor de 23 años viviendo de tus padres empiezas a querer tener tu propio dinero y mucha más independencia (Bueno, eso creo, que de momento a mi me queda).
Si tu actividad laboral sea cual sea no te satisface, tienes otras opciones, quizá puedas volver a estudiar, mientras trabajas, porque te has independizado y necesitas dinero para sobrevivir. Otra opción puede ser que te propongas ser profesor de la Universidad Pública del País Vasco/ Euskal Herriko Unibertsitatea, así, con todas las mayúsculas en medio y en ese idioma raro que tanto gusta por aquí.
Ser profesor de la UPV/EHU tiene sus ventajas y desventajas. Las ventajas más grandes es que da igual lo competente o incompetente que seas dando clase, porque en la universidad pública la calidad educativa no importa, lo que importa es ser los primeros de España en entrar en Bolgnia o en tener varias facultades renovandose desde cero estando en plena crisis económica.
Si, evidentemente me quejo de mi universidad y mi facultad en concreto, pero es que es tan denigrante y tan evidente que no sólo les importa una puta mierda lo que viene siendo la enseñanza como concepto sino que además esos supuestos profesores con complejo de dioses a los que dentro de sus ideas no puedes ni siquiera opinar no tienen ningún tipo de interés por conseguir formar a la gente que se sienta en sus aulas.
Por supuesto, el absentismo en la universidad y la gran cantidad de abandonos tiene un culpable claro, los estudiantes, que pese a tener todo tipo de estímulos positivos y una enseñanza universitaria ejemplar, deciden no utilizarlo y prefieren estar fumando o bebiendo todo el día. Ah, no, que quizá parte de la culpa también la tenga un sistema completamente corrupto y destinado simplemente a recaudar diezmos con nombre de matrícula. Mientras tanto, lo ideal es unirse a Bolognia, porque así los estudiantes estarán mucho más preparados y cuidados que lo que están ahora. O por lo menos esa es la excusa electoral perfecta.